viernes, 9 de mayo de 2008

historial: año 2003. parte I.

En el año 2003 la dársena tuvo ilustres visitantes: Leónidas Lamborghini habló de la gauchesca como arte bufo, Diego Menegazzi desplegó sus saberes durante tres días en el curso “Aproximación al cine contemporáneo” (sábados 12, 19 y 26 de julio), el escritor y crítico Martín Kohan reflexionó sobre la violencia popular en la literatura argentina y el ilustrador Istvan, maravilló a los asistentes con su trabajo en el curso “Ilustración de libros para chicos”. Durante ese mismo año se desarrolló un taller de poesía, coordinado por Ana Porrúa.
































Istvan
"Ilustración de libros para chicos"
(Café El Ciudadano, 7 y 8 de noviembre de 2003)









Martín Kohan dio el curso "Violencia popular: desborde y domesticación”, el 19 y 20 de septiembre de 2003; durante esa ocasión fue entrevistado por Valeria Ali y Damián Merlo y habló de su novela, Dos veces junio.






Publicado en la sección “Cultura”, del diario La Capital, Mar del Plata, 21/9/2203.

Martín Kohan en Mar del Plata

“¿A partir de qué edad se puede empezar a torturar a un niño?”

Esta frase, núcleo de condensación de horror puro, abre su novela, Dos veces junio, que retoma el período de la última dictadura militar.

Por Damián Merlo y Valeria Ali

- La literatura argentina de las últimas dos décadas se sirvió de diversos modos de decir para narrar la última dictadura militar. Dos veces Junio podría pensarse como parte de un grupo de novelas que plantea un nuevo modo de abordar este tema. ¿Cómo pensaste estas cuestiones al momento de escribir?
- Mi punto de partida en este sentido era que la proximidad relativa de los hechos de la represión, y también el tipo de balance al que se siente comprensivamente inducido quien en los años setenta ha tenido algún tipo de participación política, tornaban particularmente propicio cierto registro más o menos cercano a lo testimonial (aunque se tratara de literatura). En el momento de encarar Dos veces junio, me parecía que existía ya una brecha a partir de la cual intentar otro tipo de representación, que no tuviese que salvar la distancia entre la narración y lo acontecido, sino que pudiese aprovechar esa misma distancia para trabajar en otro tipo de representación, donde lo no dicho, lo que solamente se insinúa o se da a entender, lo ambivalente, lo incierto, no fuesen deficiencias en el relato sino sus armas.
En la novela quise volver sobre ciertos hechos de los años de la dictadura, pero ya no con el propósito primordial de contar lo que había pasado, sino de indagar (más en términos de una medianía social, de la vida cotidiana y de esos lugares comunes que definen y resumen toda una cultura) cómo fue posible que lo que pasó pasara.
-También en tus novelas anteriores se abordan épocas de la historia argentina, de hecho el subtítulo de El informe es San Martín y el otro cruce de los Andes y el de Los cautivos, el exilio de Echeverría.¿Cómo ingresa La Historia en tu proyecto de escritura?
- La historia no es nunca para mí un mero material proporcionado por la realidad. No son personajes reales o hechos reales los que me propongo tomar, no por lo menos en tanto que tales. Sí me interesó, y me sigue interesando, trabajar sobre materiales que cargan con un cierto espesor de significación previa. Más concretamente: materiales sobre los que el lector tenga fuertes ideas previas, una representación y una carga simbólica ya puestas en esas figuras o en esos episodios. Por ejemplo: la famosa caída de San Martín en la batalla de San Lorenzo y el sacrificio heroico del sargento Cabral, o la dicotomía entre civilización y barbarie aplicada a los gauchos y los letrados en el siglo XIX o, más cercana a nosotros, y ya eventualmente en un plano de experiencia vivida, la memoria colectiva del mundial 78. Todos estos elementos, con los que trabajo en mis textos, me interesan no tanto como "realidades históricas", sino como núcleos de significación, en la medida en que activan por sí mismos una serie de valores y presupuestos fuertemente instalados en el imaginario social o en la memoria social. Me interesa poner a la literatura a trabajar en relación a (y en lo posible: confrontando con) esos presupuestos, esas ideas previas, esas capas de significación ya existentes. Revisar así, y tratar de desarticular, en un sentido específicamente literario, un paradigma de heroicidad nacional, o la distribución de saberes sociales en el origen de la nación, o los recuerdos de un éxito deportivo engañoso y manipulado pero también supuestamente feliz.
- Ahora bien, como decías, si pensamos en esos valores y presupuestos activados por los núcleos de significación social de esos períodos históricos, la violencia estaría presente de distintos modos ¿cómo aparece la violencia en Dos veces junio?
- Es un punto que me resulta válido para pensar en lo que yo me proponía como forma de representación. Me parece que la violencia en la novela aparece siempre como ya acontecida o como a punto de acontecer, y no aconteciendo. Más que contar hechos de violencia, traté de trabajar con las huellas de la violencia o con su inminencia. Con eso trataba de captar un efecto: el de la violencia latente, que me parece que da cuenta de un cierto clima de época. La violencia que flota en el aire, por un lado. Y por el otro, la violencia instalada en una cultura y por ende en la vida cotidiana, en formas de apariencia banal, pero que entran de alguna manera en una relación de correspondencia con lo más siniestro de lo que pasaba en los centros clandestinos de detención.
El cálculo frío de la acción violenta me resulta más estremecedor que el desborde (por eso la pertinencia de la consigna: no hubo errores, no hubo excesos). Esa violencia puede ser captada en el lenguaje. La pregunta por el momento en que se puede empezar a torturar a un niño, que funciona como punto de partida de mi novela, y que efectivamente tuvo lugar durante la dictadura, es tan horrorosa (es un núcleo de condensación de horror puro) que después ya casi no hace falta narrar ningún desencadenarse de ninguna violencia. Lo peor es esa violencia que queda instalada por el solo hecho de que una pregunta así pueda haberse formulado. Con Dos veces junio traté de instalarme, no en la mostración de la violencia desencadenada, sino en el clima agobiante de la violencia lista a desencadenarse, eso tan denso y asfixiante que deja flotando una pregunta así de atroz.










Leónidas Lamborghini
"La risa en la poesía gauchesca"
(Café El Ciudadano, 23 y 24 de mayo de 2003)

No hay comentarios: